La transición energética es un proceso que busca transformar la manera en que producimos, distribuimos y consumimos energía, con el objetivo de mitigar el cambio climático al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El modelo busca mejorar la seguridad energética y permitir un crecimiento sostenible en lo ambiental y económico. Frente a este desafío global, Argentina tiene la oportunidad de posicionarse como un actor clave en dos grandes aspectos, la generación de energía limpia y la provisión de minerales críticos para la transición energética global.
El país puede aprovechar sus recursos naturales para la generación de energía renovable, como solar y eólica, y energía baja en emisiones como el gas natural, para abastecer sus necesidades internas e incluso convertirse en exportador de energía.
A nivel global, el requerimiento de minerales necesarios para la transición irá en aumento y el país tiene algunas de las reservas más importantes del mundo en cobre y litio, minerales fundamentales para los sistemas de almacenamiento y transmisión de energía.
Convertir este potencial en realidad requiere grandes inversiones. Para ello, el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) se presenta como una herramienta clave. Y este programa ya mostró interés para inversores por más de USD 11.720 millones.
En Argentina, la generación de energía ha estado históricamente dominada por los combustibles fósiles, pero las energías renovables han tenido un crecimiento notable en los últimos años y su potencial es aún enorme.
Argentina es uno de los seis países con mayor constancia de viento, y las regiones de Cuyo y el NOA tienen niveles de irradiación solar entre los más altos del mundo. Al mismo tiempo, la generación de energía a partir de tecnologías renovables es cada vez más competitiva. En 2023, el costo nivelado de generación de electricidad solar (fotovoltaica) fue un 56% menor que el promedio ponderado de las alternativas basadas en combustibles fósiles, acorde a IRENA (International Renewable Energy Agency).
Se espera que las energías renovables continúen ampliando su penetración, ya que el país estableció como objetivo en sus compromisos de reducción de emisiones (NDC, Contribución Determinada a Nivel Nacional, por sus siglas en inglés) lograr un 20% de participación de energía renovable sobre la demanda eléctrica para el 2030. Para alcanzar la meta, se deberían desarrollar inversiones para incorporar como mínimo 1.500 MW de potencia renovable, lo que significa inversiones cercanas a USD 1.500 millones, dependiendo del porcentaje de energía solar o eólica que se decida instalar.
Este cambio no solo puede reducir las emisiones, sino también mejorar la seguridad energética y crear empleos en nuevas industrias.
Si bien las energías renovables son una pieza clave de la generación de energía para la transición, no hay una receta que se ajusta a todos los países y realidades por igual, y en países como Argentina, con altas reservas de gas natural, la transición puede tener a los hidrocarburos más ligeros y de menores emisiones de gases de efecto invernadero como combustible de transición en los primeros años.
Argentina cuenta con la segunda formación más grande de recursos de gas no convencional del mundo y con un futuro muy prometedor: el fracking se encuentra a la vanguardia tecnológica y los costos de perforación a niveles altamente competitivos. La explotación de Vaca Muerta puede permitir el autoabastecimiento de Argentina de fuentes más limpias e incluso, en combinación con el resto de las fuentes de generación, posicionar al país como exportador de energía.
La planificación del crecimiento de infraestructura y su modernización debe acompañar la transición energética. Por eso, en 2022 la Secretaría de Energía elaboró un “Plan nacional de expansión del transporte eléctrico con mira al 2035”, con el objetivo de mantener la seguridad operativa del sistema eléctrico considerando el aumento de la demanda de energía en los próximos 10 años de forma consistente con el desarrollo productivo del país.
En el plan se analizaron las obras prioritarias en el sistema de transmisión interconectado (SADI) y se estimó que la inversión necesaria, en ampliaciones en los sistemas de transporte y estaciones transformadoras, es del orden de los USD 9.900 millones, inversión que permitiría ahorros por un monto mayor debido al despacho de energía más económica y generación más eficiente.
Ahora bien, así como la adopción de tecnologías para la generación, almacenamiento y distribución de energía son cruciales para una transición eficiente, la optimización del consumo de energía es un aspecto clave. En la última década la demanda eléctrica aumentó un 1,4% interanual, y se espera que continúe con esa tendencia.
Para abastecer esta necesidad, la cámara argentina de construcción estima que será necesario expandir la capacidad de generación en 16.500 MW adicionales, casi un 40% más que la capacidad instalada actualmente, con una inversión de más de USD 21.000 millones entre energía renovable y energía convencional. Por lo tanto, también se necesita construir más centrales de generación eléctrica que utilicen combustibles fósiles y una expansión considerable en proyectos de extracción y transporte de hidrocarburos hasta dichas centrales.
El requerimiento de energía podría modificar estas necesidades y ser menor si se toman medidas para reducir el consumo y no nos enfocamos únicamente en aumentar la oferta de energía. Según un informe del Foro Económico Mundial en colaboración con PwC, la acción en la demanda energética podría reducir hasta un 31% el consumo energético global sin afectar la producción, beneficiando a la economía y al medio ambiente.
Más aún, además de abastecer la demanda interna Argentina podría posicionarse como exportador de energía principalmente mediante dos productos, el GNL y el hidrógeno de bajo contenido de carbono.
Para la exportación de GNL, es necesaria la ampliación de la red de distribución con gasoductos que comuniquen los yacimientos con las terminales de exportación en los puertos, las que deberán además contar con plantas de almacenamiento y licuefacción, sumado a instalaciones de carga para transferir el GNL a los buques metaneros, o bien con unidades de licuefacción flotantes. Con este modelo, YPF lanzó un proyecto integrado que buscará exportar 9 millones de toneladas por año de GNL, y la ambición de aumentar la exportación progresivamente.
En paralelo, el desarrollo del hidrogeno bajo en carbono es una de las grandes oportunidades. Mientras que solo el 1% del hidrogeno producido a nivel mundial es bajo en emisiones, se proyecta que para 2050 la producción global se multiplique por más de 6 veces y alcance los 800 millones de toneladas, con predominio del hidrogeno verde. Gracias a sus recursos naturales, en el futuro Argentina podría convertirse en un exportador competitivo de hidrogeno y amoníaco verde y azul, obtenidos utilizando gas natural con captura de carbono y fuentes de energía renovable, respectivamente.
La transición energética global requiere minerales esenciales como el litio y el cobre para el desarrollo de infraestructura y energía renovable – incluyendo paneles solares, turbinas eólicas, baterías, cables y otros componentes. La escasez de minerales como el cobalto, níquel, metales del grupo del platino y elementos de tierras raras, entre otros esenciales para la transición, probablemente afectará significativamente el ritmo y la escala de la transición. Se estima que la economía mundial cuadruplicará la demanda de minerales críticos para 2030 si quiere lograr cero emisiones netas en 2050.
Nuestro país posee una oportunidad invaluable para contribuir significativamente a reducir la brecha de materiales críticos para la transición, dado que, junto con Bolivia y Chile, forma parte del "Triángulo del Litio", la segunda reserva de litio más grande del mundo, además de contar con importantes reservas de cobre.
La demanda mundial de litio ha ido en aumento y se estima que el ritmo anual de crecimiento se mantenga cercano al 21% hasta el 2030. Actualmente, Argentina tiene al menos 18 proyectos avanzados de litio y, según estimaciones realizadas por la Secretaría de Minería, el país cuenta con el potencial para que las exportaciones del complejo de litio superen los USD 8.000 millones antes del año 2030. Considerando la expansión de los proyectos de explotación. Este escenario requiere inversiones por encima de los USD 8.300 millones.
La misma entidad publicó que la inversión proyectada para los proyectos de explotación de cobre sería superior a los USD 22.000 millones para el año 2030, permitiendo alcanzar una producción anual de 1.200.000 toneladas.
La minería ya es estratégica para Argentina y constituye uno de los principales complejos exportadores del país. En 2023, el complejo de oro y plata exportó más de USD 2.900 millones, mientras que las del complejo de litio lo hizo por más de USD 800 millones, siendo el 4,4% y 1,3% del total de exportaciones del país respectivamente.
El sector, especialmente la extracción y procesamiento de litio y cobre, pueden transformar la economía argentina. La inversión en minería sostenible no solo generaría empleo y desarrollo industrial, sino que también consolidaría al país como un proveedor fundamental en la cadena de valor global de la energía limpia.
Para consolidar su rol en la transición energética, Argentina necesita captar inversiones. El RIGI ofrece estabilidad jurídica y beneficios fiscales por 30 años a proyectos de inversión superiores a USD 200 millones, reduciendo la tasa del impuesto a las ganancias al 25%, brindando la posibilidad de depreciación acelerada y sin límites de tiempo para la compensación de pérdidas fiscales. Además, brinda exenciones en derechos de importación y exportación, así como en el Impuesto al Valor Agregado (IVA).
Hasta la fecha, el régimen ha atraído proyectos por más de USD 11.700 millones en los sectores de energía renovable, minería, siderurgia y petróleo y gas, aunque también alcanza los sectores foresto industrial, infraestructura, tecnología y turismo.
La primera solicitud de adhesión aprobada bajo el RIGI es la del proyecto de YPF Luz del parque solar “El Quemado”, en la provincia de Mendoza, proyecto que requiere de una inversión de USD 211 millones para instalar un parque de 305 MW. Además, se presentaron dos proyectos de litio para su análisis, la iniciativa de Galán Lithium en el Salar del Hombre Muerto, con una inversión de USD 200 millones para producir cloruro de litio, y la ampliación de la planta de litio de Posco, con una inversión de USD 1.000 millones. El único proyecto de minería de oro y cobre bajo análisis es el proyecto de explotación de oro en la mina Gualcamayo, presentado por Minas Argentinas S.A., parte de AISA Group, con una inversión de USD 1.000 millones.
Por otro lado, para impulsar la explotación de Vaca Muerta, YPF en conjunto con otras seis petroleras inscribió el proyecto del Oleoducto Vaca Muerta Sur, que pasa por Río Negro, y requiere una inversión de USD 3.000 millones para construir un oleoducto de 437 km hasta la costa atlántica.
El desarrollo de proyectos de energía, tecnologías sostenibles e infraestructura tienen el potencial de movilizar más de USD 60.000 millones en inversiones necesarias para aprovechar las oportunidades de la transición energética, convirtiendo a la transición energética en un compromiso ambiental y una oportunidad de crecimiento económico para el país. Se espera que la expansión del sector energético y minero cree miles de puestos de trabajo en toda la cadena productiva, desde la ingeniería y la construcción hasta la operación, el mantenimiento y la provisión de servicios.
La estabilidad regulatoria y los incentivos ofrecidos por el RIGI son herramientas fundamentales para consolidar a Argentina como un destino atractivo para la inversión en proyectos de energía, minería e infraestructura, permitiendo que el país se posicione como un actor clave en el mercado global.
Los autores de este artículo son parte de Strategy&, la consultora estratégica de PwC.