Luego de 68 meses de restricciones cambiarias, Argentina levantó el cepo para las personas físicas y lo flexibilizó para las personas jurídicas.
En un mundo donde las presiones económicas, políticas y regulatorias son cada vez más intensas, el segundo informe global de PwC sobre el “Estado de la Descarbonización 2025” subraya la importancia de la sostenibilidad como un pilar fundamental para el éxito empresarial.
En el mes de abril, en el marco de la “Fase 3 del Programa Económico” del Gobierno Nacional, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) publicó nuevas medidas tendientes a continuar flexibilizando el acceso al Mercado Libre de Cambios (MLC) para pagos de importaciones de bienes, servicios y dividendos.
La provincia de La Pampa integra la Región Pampeana de la República Argentina, y entre sus principales actividades económicas destacan la agricultura (especialmente con la producción de trigo, girasol y maíz), la industria y la producción de hidrocarburos.
Economista Jefe de PwC Argentina
El pasado mes, en nuestro informe mensual, discutimos las tensiones estructurales subyacentes en la economía argentina, centrándonos en el esperado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y sus implicancias fiscales y cambiarias. Este mes, con el acuerdo alcanzado y mirando hacia adelante, analizamos el impacto del reciente levantamiento del cepo y establecimiento de nuevas reglas cambiarias.
El 11 de abril de 2025, el Gobierno argentino anunció el fin del cepo cambiario. Esta medida, respaldada por un nuevo acuerdo con el FMI, marca un hito en la política económica del país. La eliminación del cepo, que había condicionado el acceso a divisas desde su implementación en 2019, da lugar ahora a un esquema más flexible de bandas cambiarias. Estas bandas, en tanto van divergiendo a un 1% mensual respectivamente, permitirán una flexibilidad cada vez mayor hasta alcanzar la libre flotación, pero cuidando que ello no impacte en el proceso de convergencia de la inflación a niveles internacionales.
La respuesta inicial del mercado ha sido de confianza. El tipo de cambio se acomodó en un nivel intermedio entre el tipo de cambio oficial previo a la flotación (se devaluó) y los tipos de cambio financieros (se apreció). Ello habría dado lugar, en la segunda mitad del mes, a un rencauce del sendero de desaceleración inflacionaria; que se había visto interrumpido en marzo por las expectativas de devaluación que se reflejaban en los dólares financieros.
En el corto plazo, si se suma a la histórica estacionalidad en las exportaciones el hecho de que a fines de junio cesa la reducción a los derechos de exportación, es probable que el tipo de cambio no solo se sostenga en los niveles actuales, sino que se acerque al límite inferior de la banda. En el largo plazo, la maduración de inversiones -fundamentalmente en los sectores de energía y minería- hacen prever un incremento de las exportaciones consistente con un tipo de cambio fortalecido.
No obstante, el riesgo está presente en la transición. El éxito de este nuevo régimen cambiario dependerá de la capacidad del Banco Central para reforzar las reservas, en consonancia con las metas planteadas por el FMI, a la vez que pueda mantener el tipo de cambio controlado para sostener un sendero de inflación descendente, de modo tal de evitar el riesgo político -esto es, que en las elecciones de medio término los resultados atenten contra la sostenibilidad del programa macroeconómico y de reformas-.
En este sentido, el manejo de la política monetaria y de las expectativas jugarán un factor clave. Le expansión o contracción monetaria resultante de la renovación o no de los vencimientos de la deuda del Tesoro -lo cual se correlaciona con el nivel de tasa de interés y con el riesgo país- y la absorción de pesos mediante la nueva emisión de BOPREAL jugarán un importante papel en el tipo de cambio.
Sin embargo, una política monetaria demasiado contractiva no solo tendrá impacto en el control cambiario y de la inflación, sino que también podría afectar el nivel de actividad -con el ya mencionado riesgo político que conllevaría-. Es por esta razón que el Gobierno anunciará medidas para permitir la monetización de la economía en dólares. Es decir, favorecer que los montos atesorados por los argentinos puedan reinsertarse en el circuito formal de la economía sin costos. Y, aún cuando no está claro cómo podría terminar de implementarse -ya que en algunos casos podría requerir de cambios legislativos-, lo cierto es que, de ser exitoso, avanzaría fuertemente en un proceso de dolarización endógena, lo que haría perder relevancia al tipo de cambio entre el peso y el dólar estadounidense como señal de precios para la economía. Esto es, un game changer.